OTOÑO

El otoño, época de la sementera, marcaba el inicio de un nuevo ciclo agrícola  y festivo. Había pocas fiestas importantes. Señalaremos la de Todos los Santos y Difuntos y la Purísima ("La Pura") en diciembre.                                                                                                                                                                                                     (8) 

En la primera, la nota más pintoresca era salir al campo por la tarde a asar las bellotas. Al llegar la noche los monaguillos subían al campanario con un hato de castañas para asarlas mientras pasaban la jornada tañendo las campanas a muerto, lo que impresionaba a todo el vecindario, pero sobre todo a los niños. El día de los difuntos la gente se acercaba al cementerio para honrar a los familiares muertos, llevando flores a las tumbas y rezando responsos por su eterno descanso.                    

La fiesta más importante del ciclo de otoño era la de la Purísima Concepción el   día 8 de diciembre. Comenzaba la festividad con un ofertorio en la casa curato, en el que los mozos pujaban por llevarse los platos que sus novias habían ofrecido a la Virgen. Después de los actos se iniciaban los bailes para terminar la jornada con las rondas.

 

RELIGIOSIDAD POPULAR

La religiosidad popular, giraba principalmente en torno a numerosas manifestaciones externas de rituales, liturgias y creencias, presentes en muchos aspectos de la vida cotidiana que, en su mayor parte, estaban a cargo de las mujeres y los niños. Por ejemplo, existía la costumbre, hoy perdida, de rezar una serie de oraciones distribuidas a lo largo del día: jaculatorias al levantarse, el Ángelus al mediodía, el santiguarse a la hora de almorzar, y en los niños el "Jesusito de mi vida" al acostarse  etc.

En el casco urbano había muchos símbolos y formas con mensajes religiosos,  desde la cruz ubicada en la plazuela de la Iglesia, hasta las placas con la imagen del Corazón de Jesús que se colocaban en la puerta principal de la casas como elemento protector . Dentro de las  viviendas, tal vez por una tradición ancestral que puede remontarse a época romana, con sus dioses lares y penates protectores del hogar y la familia, se guardaban  estampas de vírgenes y santos, crucifijos, imágenes etc. que cumplían la misma función .  A esto se unían las capillitas itinerantes, de las que todavía existen algunas, con imágenes del Sagrado Corazón, la Virgen...Al llegar a una casa, existía un ritual de salutaciones entre la mujer que llevaba la imagen y la que la recibía, que era, aproximadamente, el siguiente:

- Ave María Purísima,                            - Sin pecado concebida,                         - La Virgen viene a visitarte,                  - Yo la recibo con mucho agrado...

 A todo ello tenemos que unir los acontecimientos sacros como misas, procesiones, viáticos, entierros, etc., a los que los vecinos, tanto de un sexo como de otro, aunque más mujeres que hombres, asistían y asisten con más o menos convicción y fervor. Además, estos actos cumplían y cumplen aún un importante papel como elemento de relación social.

Hasta las primeras décadas del siglo XX, según los informantes más ancianos, era frecuente oír por las noches a alguna mujer que había hecho una promesa y andaba por las calles con una campanilla, parándose en las esquinas e invocando a las ánimas benditas del Purgatorio. Al que escuchaba ésto, no le quedaba otra alternativa que rezar un Avemaría o un Padrenuestro, so pena de sufrir la venganza de las ánimas.

Todo ello sin contar con las ermitas que por los cuatro costados rodeaban la población. Al menos hasta principios del siglo XVIII  quedaban en pie, además de la ermita de Santa Ana, santuario de la patrona de la villa, la de S. Blas desaparecida por completo y probablemente localizada en alguno de los cercados situados al N. de la población. La de los santos Fabián y Sebastián de la que tampoco queda rastro, aunque permanece el topónimo en el pago donde estuvo ubicada, en lo que hoy son las cercas de los Mártires . Existía otra dedicada a san Juan a la que se iba por lo que es hoy la calle del Santo.

Los vecinos del lugar, al menos desde el s. XVII, se asociaban en comunidades religiosas (cofradías) según nos consta por la documentación de los archivos municipales, parroquiales y provinciales. Las razones de este asociacionismo pueden ser diversas, aunque si rastreamos en los miembros de las que todavía quedan, la intencionalidad no sólo tiene que ser exclusivamente íntima y religiosa, sino que tiene también motivaciones sociales: la pertenencia a una u otra confiere al cofrade una determinada categoría social.

En el siglo XVIII existían en Monroy las siguientes cofradías: la del Nombre de Jesús instituida en 1686, la de Nuestra Señora del Rosario, la de la Pasión, la del Santísimo Sacramento fundada en 1609, la de la General, la de San Roque y la de Santa Bárbara.

Desde su fundación en el siglo XIV, los habitantes de la villa, sin perjuicio de hacer donaciones voluntarias para el sostenimiento de la Iglesia y del clero,  tenían entre otras obligaciones inexcusables la de pagar cada año “religiosamente”, los diezmos y primicias a dicha Iglesia   (décima parte y primeros frutos de la cosecha respectivamente).

El Catastro de Ensenada (1753) nos informa de esos gravámenes y a quién iban destinados, con lo que huelga todo tipo de comentarios al respecto:

"A la dezimo quintta dijeron: que de las tierras de este termino solo se paga el diezmo, en el que es interesado el Sr. Obispo, el Cabildo de la Santta Iglesia catedral de la Ciudad de Plasencia, el Colegio Seminario  de dha ciudad, el beneficio curado de esta villa, la fabrica de la Iglesia de ella. Asimismo se paga la primicia que es de media fanega en llegando a diez, la que percive la dignidad Episcopal, y se paga el Voto del Apóstol Santiago que son tres celemines de trigo que percive la Iglesia parroquial esta villa por inmemorial costumbre, que un año con otro lo regulan en tres fanegas."