5. PRIMERAS RELACIONES Y NOVIAZGO |
Antes o después de venir del servicio militar, si un chico y una chica de la misma esfera social se gustaban, en los paseos del domingo empezaban a separarse unos metros de los demás miembros de la pandilla, prueba evidente de comenzaban los primeros galanteos formales. El lugar más idóneo para relacionarse era el baile, cuando lo había, que era de tarde en tarde, y en el que nunca la chica en estos primeros pasos bailaría con el mismo mozo varias "piezas", ni por supuesto, regresaría a casa acompañada de su, por ahora, mejor amigo. No me quieres por ser pobre no me da pena maldita, que la mancha de una mora con otra mora se quita. Si esta amistad continuaba, en el baile ambos danzaban, sin partir pareja, más jotas, más pasodobles o vals corridos de lo que era costumbre, señal inequívoca de un futuro noviazgo. Las comadres se encargarían de difundirlo por el pueblo enseguida. En Monroy, era frecuente la endogamia local, es decir, los enlaces matrimoniales entre miembros del pueblo, pero eran raras las uniones entre personas de la misma familia, es decir, los lazos de consanguinidad. Las mujeres del lugar se sentían molestas cuando los muchachos del pueblo no se animaban a relacionarse con sus convecinas, al considerar que “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”, por eso les cantan estas estrofas a los jóvenes para que se “piquen” y se animen:
Si los paisanos no se animaban era corriente que a una chica viniera a pretenderla algún joven forastero y en este caso, si el muchacho quería integrarse como uno más en el pueblo, no tenía más remedio que pagar el “piso”. “Quien lejos va a casar o va engañado o va a engañar”
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Aunque me digas que no he de ir y he de venir, por ver si tu corazón se compadece de mí. |
Si quieres que yo te quiera te tienes que lavar con romero, para que se quite el resabio de los amores primeros
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Si el progenitor aceptaba, el joven podía empezar a acompañar a la joven hasta la esquina más próxima a la puerta de su casa, e incluso llegaba a la misma puerta, pero sin pararse en ella para despedirse, puesto que todavía el mozo no había hablado con el padre de la novia.
Las tejas de tu tejado las flores de tu jardín, los colores de tu cara me hacen andar por aquí.
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Cuantos paseos me debes calle de las cuatro esquinas ya me los irás pagando con el tiempo si Dios quiere.
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Con frecuencia los padres preparaban el noviazgo de sus hijas entre familiares y amigos, circunstancia que se daba, sobre todo, en el seno de las familias más acomodadas por el interés de unir heredades y aportarles una buena dote. Eran los llamados matrimonios de conveniencia para la ampliación del patrimonio.
5.4. Petición de puerta
y comienzo formal.
La pedida por parte del novio a la familia de la novia de la puerta o la entrada de aquél en casa, se consideraba un paso más en el rito del noviazgo. Ello suponía un compromiso de responsabilidad por parte del varón, pues si dejaba a la chica era casi seguro que ésta no volviera a encontrar pretendiente dentro de esa misma comunidad y además, suponía la enemistad entre ambas familias. El padre de la novia recalcaba al futuro yerno, en la primera oportunidad, el compromiso formal que éste tenía para que lo tuviera muy presente.
Si la petición de pedida de la entrada era positiva, el joven podía juntarse con la novia en tiempo estival sentado a un lado de la puerta, mientras en la otra parte estarían los padres y familiares. Cuando las inclemencias del tiempo no permitía acomodarse fuera, la novia solía situarse dentro de la casa, con la parte superior de la puerta abierta, y el joven, en la calle. Pasado un tiempo prudencial de relaciones, el novio entraba en la vivienda y se sentaba con toda la familia alrededor de la lumbre o de la camilla. La chica encontraba más dificultad de entrar en casa de los futuros suegros, si exceptuamos un caso de enfermedad del novio, la muerte de algún familiar de éste, el día de la matanza -así mostrará sus cualidades como mujer hacendosa ante los futuros suegros- o con motivo de la boda de algún hermano o hermana del prometido. Cuando el noviazgo se convertía en formal, la novia perdía su total libertad, al contrario que él, pasando ella a depender a partir de ahora más del novio que de su propio padre. Él se encargará de controlar sus salidas. |
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No quiero que a misas vayas, ni a la ventana te asomes, que tomes agua bendita de la mano de los hombres
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Quítate del sol que quema y de la luna que abrasa y de las conversaciones que ya sabes lo que pasa.
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El novio tenía una serie de obligaciones para con la novia, como por ejemplo, la de hacer la visita diaria, salir con ella los días festivos para pasear e ir al baile, convidarle y rondarle las vísperas de fiesta.
Aquí recogemos algunas canciones que entonaban los mozos las noches de ronda:
María, María, péinate el tupe, que viene bigote y te quiere ver. ______ |
La María no se peina por ningún hinojaliego , que se peina pa bigote que es un chico monroyego _________ |
María, María, péinate la onda, que viene bigote a darte la ronda. ________ |
Aquí me paro y me planto aquí pongo mi bandera, ningún morenito chulo que se arrime a mi morena. _______ Adiós que me voy sin verte mis brazos sin abrazarte, mis labios sin darte un beso mi corazón sin amarte. _________ Cómo quieres que vaya, vida mía, de noche a verte si hay un Canal en la puerta, vida mía y no tiene puente. |
Abre la ventana cierra el postigo, que esta noche morena voy a hablar contigo. ________ Asómate a la ventana como un limón florido, no digas por la mañana que a rondarte no he venido. ________ Anoche estuve en tu puerta hasta que salió la luna, no me quisistes abrir corazón de piedra dura.
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