4. EL PASO A LA EDAD ADULTA. LOS QUINTOS |
Entrar en quintas significaba para el joven un reconocimiento de su mayoría de edad por la comunidad. Incluso, conseguía fumar delante de su padre porque desde ese momento se le consideraba ya un hombre. El ser de la quinta correspondiente era distinguirse de los mejores del pueblo. Por otra parte, el pertenecer a la misma quinta suponía una unión entre los mozos cuyas relaciones no se perdían de por vida, aunque pertenecieran a un estrato social diferente. Entre ellos, desde entonces, el nombre propio se sustituía por el de “quinto”, tal vez con un significado más afectivo. Como muestra tengo por un gran honor ser amigo y quinto de Manolo “Garula”, Candi “Alicor” y Manolo “Corteza” , entre otros. Las fiestas que los quintos organizaban a lo largo del año coincidían, además del martes de carnaval, con los momentos de alistamiento, talla, sorteo y marcha a cumplir el servicio militar.
El día del
alistamiento, los jóvenes se acercaban a la Casa Consistorial, acompañados
de los padres, para formalizar el expediente. El martes de Carnaval, todos los quintos juntos recorrían el pueblo, casa por casa, pidiendo comida y bebidas. Con lo recogido preparaban un gran banquete y pasaban la jornada en las tabernas, baile y rondas nocturnas. El día del “talleo”, los familiares mayores varones acompañaban al quinto hasta el Ayuntamiento donde se llevaba a cabo el peso y la medida del futuro soldado. Era importante que el mozo diera el “do de pecho” y fuera útil para el servicio militar. Era una jornada festiva donde no faltaba la buena comida y el abundante vino así como el baile y la ronda por la noche. (1) Sabido es que podía permutarse un quinto que le hubiera tocado por sorteo por otro exento, a cambio de una importante cantidad de dinero, como advertimos en esta coplilla : Si te toca te jode que te tienes que ir que tu madre no tiene diez mil reales pa ti. Queremos dejar constancia aquí de algunas de las estrofas más corrientes, evitamos las más obscenas, que cantaban los quintos de Monroy:
La mañana del sorteo era de nerviosismo en todo el pueblo. Se congregaban jóvenes y familiares en la plaza y esperaban a que el Ayuntamiento comunicara qué letras habían tocado a África. Una vez conocida, si algún mozo de la comunidad tenía que ir a las plazas de soberanía, la familia del afectado se recluía en su casa disgustada por la mala suerte del joven. A la vivienda del infortunado llegaban parientes, amigos y vecinos a reconfortar a los padres y deudos. Pasadas las primeras horas de disgusto, todos juntos volvían a salir por las calles del pueblo donde el infortunado se distinguía por llevar una cinta o un pañuelo rojo en el cuello. El día que los quintos tenían que incorporarse al Cuartel correspondiente, serían los padres quienes les acompañarán hasta Cáceres para “entregarlos”. La víspera, el joven se despedía de la familia, amigos y vecinos. quienes tenían por costumbre entregarle una cantidad dinero para los primeros gastos en su nueva vida.
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